LA SUTILEZA DEL MALTRATO

Cuando hablamos de maltrato animal, las personas visualizan alguien dando una paliza o infringiendo dolor a través de cortes o quemaduras sobre un animal. Lo primero que debemos de tener claro es que el maltrato tiene diversas formas, siendo algunas de ellas muy sutiles. Dentro de la sociedad, hemos ido progresando a la hora de entender que el maltrato, si nos referimos a personas, puede ser cualquier vejación física y emocional que se aplique sobre un sujeto, sin necesidad de que queden señales evidentes a simple vista. Por lo tanto, ¿por qué entendemos que el maltrato animal ha de ser solo físico? Un perro es un ser vivo que posee un sistema límbico que se encarga de la gestión de las emociones.


Cualquier tipo de interacción aislada en el tiempo no constituiría una forma de maltrato pero la repetición sistemática de ella si que se debe considerar maltrato. Cualquier tipo de interacción que cause un perjuicio o deterioro en el tiempo a las necesidades fisiológicas,  a los niveles de seguridad o, incluso, a las necesidades sociales en un perro puede considerarse una forma de maltrato.
Existen en el mercado muchos sistemas y profesionales que emplean el maltrato, bajo la premisa de que hay que enseñar a un perro quien manda,  como herramienta cotidiana. Algunos de los sistemas de maltrato, catalogados como collares de adiestramiento, parten de la premisa del dolor para inhibir conductas de un modo rápido y sencillo, siendo los siguientes sistemas los más habituales:
  • Collares de estrangulamiento.
  • Collares de pinchos.
  • Slinger o collar de ahorque.
  • Collar RC o de descargas. 

Existen luego formas más sutiles de maltratar a un animal entre las que podríamos hablar de cachetes, empujones, tirones, talonazos, los sometimientos…. resumiendo, sistemas de confrontación. ¿Qué criterio se puede emplear para saber si se realiza un maltrato animal? Además de las consecuencias, algo que requiere formación para poder detectarlo,  podríamos considerar que basar una interacción entre perros y humanos, de modo diario, en un sistema que nos lleva a la confrontación y la falta de respeto físico y emocional sería suficiente,  cuando el empleo de la fuerza sustituye al empleo de la inteligencia, donde el motor de aprendizaje se base en el miedo y en el dolor. No se puede humanizar al perro pero si que un perro, en función de la raza y la variable de aprendizaje que estemos comparando, y un niño de una edad entre 2 y 5 años poseen el mismo sistema cognitivo y emocional, así que, si sustituyéramos a ese perro por un niño de 2 años, podríamos visualizar mejor si lo que se está aplicando sobre el perro es una forma de maltrato. Sé que en este punto, algunos pensarán que “una hostia a tiempo es maravillosa” aunque la sociedad ha evolucionado y esto puede considerarse una forma de maltrato cuando nos referimos a niños o, acaso, ¿se permitiría, por poner un ejemplo, que un profesor diese un bofetón a un niño si fuese de un modo aislado? La respuesta es clara, no. Este papel de respeto, el que se espera de un profesor, por ejemplo, hacia un niño, sería el mismo que se debe esperar de una persona hacia un perro.
Las personas responsables de perros, las que participan en la vida de un perro, deben ser conscientes de esto. Lo más lamentable de todo el panorama nacional es ver como profesionales hacen de este maltrato silencioso su negocio, como algunos veterinarios recomiendan collares de castigos y castigos punitivos, como algunas asociaciones y protectoras colaboran con adiestradores que emplean estos sistemas de maltrato hacia los perros, abogando todos ellos por el bienestar y la educación de un animal pero sin tener en cuenta para nada al propio animal. Lo último que he visto y que más me ha indignado es ver en la última marcha contra el maltrato animal, perros con collares de pinchos acompañando a personas detrás de pancartas que pedían por los derechos animales.
La obligación moral de todas los profesionales que buscamos el máximo bienestar animal y la integración total en la sociedad de los perros debe ser manifiesta. Quien calla y quien permite estas acciones de maltrato, colabora en su propagación, siendo parte del proceso. La ética debería predominar por encima del dinero, pero por desgracia existen personas que prefieren el dinero a la ética.

Nos vemos en el siguiente artículo.


Jonathan Andrés Arredondo,
Educador canino en “ECHALE UNA PATA”. León

"El adiestramiento en positivo, no solo es premiar, es respetar"