SIÉNTATE



Muchos de nuestros casos comienzan por una llamada telefónica de alguien que busca ayuda para solucionar sus problemas de convivencia con un perro. Hace unos meses se puso en contacto con nosotros una persona que buscaba un adiestrador; su voz sonaba agradable hasta que nos dijo qué necesitaba, momento en el que su tono se volvió duro y exigente:

“Quiero que mi perro se siente ante la palabra ¡siéntate!. Ni sienta, ni sit, ni nada por el estilo”

Según nuestra experiencia, las personas buscan que un perro haga una conducta determinada para un fin concreto y, por lo tanto, necesitábamos saber qué sucedía con este perro para necesitar con tanta fuerza que se sentará. Al principio le sorprendió la pregunta, esquivando una respuesta concreta así que decidimos enfocarlo de otro modo.
    • ¿Qué edad tiene su perro? 
      • “7 meses (adolescente)”  
    • ¿Cuantas veces sale al día? 
      • “Pues… solo sale un rato una vez a la semana”
    • ¿El resto del tiempo que hace el perro? 
      • “Está en una finca atado con una cadena 8 horas al día”
    • ¿Y cuando sale dónde van?
      • “Pues a una terraza a tomar algo”

Los perros no necesitan obediencia para ser educados; sentarse, tumbarse o las permanencias se muestran como herramientas que camuflan algo tan simple como ser un perro que no le han enseñado a vivir calmado y afrontar experiencias cotidianas de un modo relajado. No existe una sola situación cotidiana que necesite ser resuelta haciendo uso de la obediencia, quizás un poco de autocontrol propio del perro pero con una interacción mínima de su guía: saludar a perros, a personas, cruzar una calle… pero eso no es obediencia.

Alguien se puede preguntar porqué tal afirmación, pero es sencillo con un ejercicio de empatía. Este tipo de ejercicios no son una manera de “humanizar” al perro, son un buen método para ver como la emoción que está detrás de un problema puede ser fundamental para alcanzar el éxito en una intervención. Supongamos dos posibles causas, miedo o excitación desmesurada, aunque puede haber otras muchas causas.

Si una persona tiene miedo, por ejemplo, a las avispas, es muy difícil que permanezca sentado en una habitación cuando entra una avispa en escena. Habrá dos opciones, salir de la habitación (comportamiento de huida) o ir a matarla (comportamiento agresivo). Si alguien nos obliga a estar sentados hasta que él decida ¿no aumentará ese miedo y tendremos como consecuencia un comportamiento más “agitado”?

Si por el contrario, tenemos una persona que se le presenta un estímulo muy agradable, muy deseado, como la primera vez que un niño acude a un parque de atracciones y se le obliga a sentarse delante de las puertas de acceso a ese recinto, hasta que se calme, y la persona decida liberarlo, ¿no se generará una conducta más nerviosa cuando se le de permiso para ir a “explorar” eso que tanto deseaba? Perderemos en control total del niño.

Por lo tanto, en lugar de preocuparse de que el perro permanezca sentado hasta que considere oportuno, se plantea una situación en la que presentar los estímulos de manera más calmada o solucionar el problema de miedo que hubiese o cualquier otra causa que está detrás de esa agitación que ve la persona y que le resulta extraordinariamente molesta, será mucho más eficaz y podrán disfrutar de un paseo juntos en que las dos partes que participan, persona y perro, puedan volver a casa con una sensación agradable.

Nos vemos en el siguiente artículo.


Jonathan Andrés Arredondo,
Educador canino en “ECHALE UNA PATA”. León

"El adiestramiento en positivo, no solo es premiar, es respetar"



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